Yo he tenido una percepción (un
poco más cercana de la que puede tener
el Ministro Rodríguez Torres, por eso de que ando como Dios me trajo al mundo,
sin escoltas) de que cada día más jóvenes están sufriendo de patologías asociadas
a alguna raíz depresiva (disculpen mi ignorancia hacia los tecnicismos psicológicos)
pero veo jóvenes que se quedan en su casas por temor a salir, veo que empiezan
a tener miedos diversos muy desarrollados, porque se sienten frustrados, solos,
desprotegidos.
La juventud esta siempre
identificada con la actividad, con la esperanza, con la vitalidad, la energía. Y lo que yo veo a mi alrededor son jóvenes marchitos, jóvenes con años que les
caen como ladrillos. Incluso yo, que tengo una tendencia a una pedagogía negativa,
últimamente he tenido una especie de agarofóbia, porque al igual que mis contemporáneos
comparto una realidad inhóspita donde cada día se nos empequeñece la libertad,
la esperanza, la vida, el futuro, el presente, la alegría, la vitalidad.
Y veo con preocupación que aparte
de una economía destruida, el sector
salud por el piso, y esas incontables cosillas tan ínfimas de la cotidianidad
roja rojita, los jóvenes se están marchitando, lo que equivale que se nos
marchite el futuro. Como cual demógrafo el bono demográfico lo estamos
escoñetando. No es que yo vea en sentido utilitario a la juventud, pero es que ¿Qué
pasaría en un país con una juventud deprimida?
Cada día veo más despedidas que
sonrisas, veo más lágrimas que esperanza, veo más ensimismamiento que lucha,
veo los ojos perdidos de una juventud deprimida. Y eso me asusta más que
cualquier otro índice económico o de salud. Me asusta porque no quiero estar
deprimida, no quiero ver ojos deprimidos, no quiero vivir en el país más feliz
del mundo, a cuenta de unos cuantos chistes crueles de nuestra triste realidad.
¿Será esto producto de una “democracia”
que nos excluye, de una realidad paralela muy bonita que cuentan los gobernantes
que nos invisibiliza, de unas calles inhóspitas que nos desplazan, de no ver
ningún tipo de futuro o de años y años gritando nuestro descontento con un
sinsabor ronco?
Parece que el único índice positivo,
ese de la felicidad, también pronto reflejara cifras negativas. Aunque esa felicidad compartida por todos nosotros es una gran generalización, lo es también
esta depresión comunitaria que observo se
propaga como el chikungunya por todo el territorio (Chiste cruel de nuestra triste realidad)… pero al final es solo mi deprimida percepción.
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