miércoles, 26 de febrero de 2014

Rómulo, tú si sabias leer los movimientos más viscerales de la venezolanidad.


En Venezuela existe una apología a las bolas tan medieval, que termina una entendiendo porque estamos como estamos. Creo que  el mayor deseo de un venezolano es que le digan que en otra vida fue prócer  de la independencia, o claro que sí, la esposa de un prócer o por lo menos que tatataraniet@ de alguno. ¿Por qué ese terquedad sádica de vivir  a la sobra de los próceres?
Existe un afán por vivir en el pasado y de las glorias pasadas. Aquí no hay realidad que sustente andar a caballo matando gente y liberando países, no, lo siento, no es esa nuestra realidad, aunque la queramos recrear. Pueden crear un videojuego, puede desear vivir en el siglo XIX, pero hoy, hoy no hay forma lógica de vivir así en el siglo XXI.
Disculpen si le bajo el tono épico, o caballeresco a su historia, pero no son libertadores, y aquí no vamos a mejorar nada con bolas, si no, con cerebro y valentía, eso sí –qué nada tiene que ver con bolas, ni con grandes batallas en alpargatas-. Esto no es para bajarle los ánimos, sino que he visto cada personaje. Hay tanta apología  a la barbarie que me preocupa, desde siempre, pero situaciones como las que hemos vivido en estas últimas semanas le aumentó el zoom.
En el siglo XXI las verdades se han flexibilizado, los conceptos del bien y del mal son rebatibles, las guerras son otras, las luchas van a diferentes niveles, y las colonizaciones son más sutiles y parciales. No podemos creer enfrentar los retos de hoy 2014 con estrategias del siglo XIX, hablando de guerra a muerte, hablando de liberar a otros, etc.
Sonará iluso, Posmoderno, no sé, pero prefiero no ver a imperio como un enemigo, sino como un país con intereses particulares que hará lo posible por seguir siendo una potencia, no veo a la gente de derecha como unos seres maquiavélicos que durante toda la noche piensan como joder a los pobres, sino, que en sus políticas le importa unos números, unas estadísticas que indiquen el progreso de un país, y consideran que esas estadísticas también definen el bienestar o la felicidad de las personas que habitan en él. Lo que quiero es que humanicen al adversario, lo doten de inteligencia y no de fuerza, hablaremos el mismo idioma, estaremos en el mismo ring.  
Porque para aquellos que tienen complejo de exterminadores, matar personas porque piensen diferente, o tumbar gobiernos que ganaron electoralmente –con sus triquiñuelas, con muchiisimas- no acabará ni con la idea de los que piensan diferente, ni con el pensamiento que hizo que esas personas estén en el poder. En fin la violencia es un paño de agua casi fría, porque la raíz del problema sigue, a menos que queramos oprimir nosotros también.
Aunque queramos ser Doña Bárbara, aunque queramos ser santos Luzardo, alejemos esos impulsos freudianos. Controlemos esa vorágine necesidad de ser un macho o un marimacho, en tiempos que nos piden no el impulso salvaje, no la ley de aquel llano, nos pide responsabilidad, atención y estrategia. Imaginemos a Doña Bárbara viniendo a la ciudad y no a Santos Luzardo yendo al llano -no hay ninguna carga positiva en la ciudad, solo para ejemplificar-.
En fin no quiero jugar en el “llano virtual” de este gobierno, quiero jugar en el siglo XXI, con estrategias, debates, pensamientos del siglo XXI. Y no, no quiero una presidenta o un presidente con bolas. Ya tuvimos suficiente.