lunes, 20 de enero de 2014

Venezuela, vamos a echarle ovarios.


Creo sin duda alguna que hoy Venezuela nos EXIGE ser corazón, fuego, y espuela, como dice esa hermosa canción que es imposible escuchar sin que se te erice la piel, o que se asome una lagrima.
Sé que hoy vemos una Venezuela que pocos reconocen como suya, o pocos le ha dado tiempo de quererla. En todo caso, a muchos la vida acá le ha terminado pareciendo ruin –es una sensación- no creo que nadie este feliz con la escases campante, con las colas que son como el padre nuestro de cada día, la violencia que atenta con exterminar a toda persona habitante de este nuestro país, y si eres opositora la persecución y  el señalamiento de todo lo que pasa en Venezuela y el mundo, incluso de los niños pobres de Haití. 
Me pido, les pido entonces,  a todas las mujeres venezolanas luchar por un país para nosotras, para nuestros hijos, para la posteridad. Las mujeres han demostrado ser una enorme  plataforma de difusión de valores, de lazos filiales –quizás es un papel que le ha otorgado la construcción social del género, pero si sirve para ayudar mientras tanto, usémoslo-  hay muchas teorías, incluso prácticas donde está comprobado que la presencia de las mujeres ha ayudado a solventar muchos problemas sociales. Desde que educar a una mujer es educar aproximadamente a tres niños, que una organización con las madres de barrio ha solventado problemas entre bandas, y bueno toda la tesis de matricentrismo, y la importancia de la madre en nuestra sociedad. .
Lamentablemente – pero, para la búsqueda de soluciones colectivas puede ser bueno- la mujer tienen un papel fundamental en la sociedad a la hora de relacionarse con su familia, con su comunidad, un acercamiento particular, una sensibilidad particular. Ya sea por un rol que hemos o no querido aceptar, que parece a veces hasta genético de tan enraizado que se encuentra en nuestra cultura y dentro de nosotras mismas.
No hablo de caridad, ni dedicarse al hogar, ni dedicarse única y exclusivamente a criar niños y el de sus vecinos que no tienen mamá. No, hablo de institucionalizar, de emprender un plan donde la mujer pueda imprimirle a su comunidad un cambio positivo, desde su perspectiva, desde su forma de hacer y ser, que no es la misma que la del hombre, en esto no hay discusión para mí. Donde la mujer no solo sea la difusora, si no, la creadora, planificadora de formas para llegarle a los jóvenes y a los no tan jóvenes.
A trabajar en niveles micro, no emprender grandes políticas públicas que terminan siendo tan generales que no tocan a nadie, otra forma de hacer política, otra forma de hacerse con su entorno más cercano -ya sé que existen los consejos comunales, pero eso es harina de otro costal- no le podemos pedir a personas externas a nuestras residencias, nuestro barrio, que nos den soluciones internas. Solo nosotros conocemos nuestra realidad, nos toca organizarnos y mejorarla, y creo que la mujer acá tendría un papel fundamental.
En fin es un llamado a sentir su país, y a sentirse responsable de su curso. De escuchar una y otra vez alguna canción de Simón Díaz, a leer una novela de Rómulo Gallegos, o comerse una arepa, y sentir el cuatro en el corazón como dice la letra de esa canción que ya mencioné, Venezuela.
Vamos a echarle ovarios.

No es una apología a la madre, no es que la mujer se quede en lo privado, no es que las políticas micro les toca a la mujer, no es que todas las mujeres tienen esta sensibilidad, si lo entendiste así, eres esa feminista J

miércoles, 15 de enero de 2014

Vivir la violencia desde un par de tacones.




La independencia puede ser vista o abordada desde diferentes aristas, desde lo económico hasta psicológico. Cuando la mujer pasó a luchar por su presencia en lo público, se enfrentó a la independencia, por lo menos pública, teniendo contacto con el exterior sin intermediarios,-en algunos países “privilegiados”- pero siempre ha tenido por supuesto trabas, externas e internas.
En nuestro país la violencia delincuencial ha pasado a ser una gran traba. Sabemos que la violencia delincuencial afecta a hombres y a mujeres, incluso mucho más a los hombres en el caso de los homicidios. Pero me he topado con miedos propios y prestados de muchas mujeres que no quieren salir  a la calle, solas. Si no están acompañadas, de novios, hermanos, tíos, primos, si no cuentan con alguna presencia masculina, no salen.
La mujer en Venezuela se vive vulnerable en muchos aspectos, pero este aspecto en particular puede convertirse en un retroceso en los espacios ganados. Que no podamos salir  a caminar, que tengamos miedo de montarnos en algún taxi. Salir a la calle de noche siendo mujer se ha convertido en una especie de Misión Robinson, y obviamente nosotras en unas osadas.
Estamos volviendo a los tiempos donde las mujeres para salir de su casa se tenían que casar. ¿Qué mujer con esta inseguridad quiere vivir sola? ¿Qué mujer le dice a una amiga para salir a las 10 de la noche a tomar tranquila? Algunos pueden ver esto como una exageración, porque la inseguridad para algunos solo es una “sensación”.
Pero para mí que soy una osada y que me niego a una cárcel por casa, es la sensación que me da, cuando transito por las calles nuestras, es la experiencia de conversar y observar. Cada día más las mujeres se recluyen en su casa y solo salen con compañía masculina.  
Esta es una mini-protesta, porque quiero caminar sola por la calle o con amigas. Quiero que cualquier mujer salga a las 8 de la noche de su casa a pasear su perro. Quiero que se puedan tomar un café a las 9 de la noche donde quieran. Quiero que caminen sin miedo por las calles.
Salir a la calle se ha convertido en un acto de valentía, no quiero ser valiente, quiero disfrutar mis calles, sin que esto sea una proeza.

Otra vez mis vaginalidades  histéricas sin interés.